Lo que iba a comenzar siendo una biblioteca anexa a la vivienda principal de Suzanne y Kelley Brooks se acabó convirtiendo en una casa sostenible en toda regla para sus invitados. El espacio, ubicado en Connecticut, en la zona de Long Island rodeado de un paraje natural sin parangón, ha sido planteado por el estudio Gray Organschi Architecture y desarrollado íntegramente con bambú en todos los espacios de su interior.
Elegantes lamas de este material revisten cada una de las estancias de la casa: la sala de estar, el comedor con una pequeña cocina, una habitación individual accesible, el baño y una planta superior con una zona extra para dormir y zona de ocio.
Como os hemos comentado en más de una ocasión, el bambú se está convirtiendo en uno de los materiales alternativos más recurrentes entre interioristas y arquitectos de todo el mundo por sus cualidades de sostenibilidad, resistencia, estabilidad y durabilidad. Responde como casi ningún otro en zonas húmedas, además de frente a ataques de xilófagos. Este último factor fue realmente importante en este caso por la zona en la que se encuentra la construcción. En un primer momento, de hecho, el proyecto consistía en la rehabilitación del mismo al que se le iba a dotar de otra función, pero en el momento de comenzar a trabajar se detectaron graves problemas en la estructura que, durante más de tres décadas, tan sólo había sido aprovechada por las hormigas carpinteras que abundan en la zona.
La construcción, finalmente, fue demolida por completo y de ahí nació el proyecto tal cual lo vemos ahora. Ante el cambio radical, los propietarios tan sólo pusieron como premisas que la nueva casa de invitados incorpora materiales renovables, fuentes limpias de energía y que fomentase lo más posible la conexión interior-exterior.
Y dicho y hecho. Las soluciones arquitectónicas a las que los arquitectos han recurrido, no sólo han dado respuesta a los deseos de los Brooks, sino también a los códigos de zonificación locales que limitaban tanto la planta como la altura de la vivienda al estar anexionada a otra principal.
El edificio cuenta con enormes puertas correderas de cristal que se abren en esquina a una pequeña cubierta hecha de madera de ipé. Especie que, junto a la calidez que aporta a la atmósfera el bambú de todos los revestimientos, contrasta de una forma elegante con el acero negro de la columna central colocada como soporte para evitar más trabajo de tabiquería.
Como remate final del proyecto, el estudio de arquitectura ha apostado por instalar vegetación en la cubierta de la cabaña fomentando así su perfil aún más eficiente y ecológico y consiguiendo, a su vez, que su estética exterior cambie al compás de las fluctuaciones cromáticas de las estaciones del año. Del rojizo y marrón en invierno, al verde azulado en primavera y verano.
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