22 de septiembre de 2015

Una capilla en los Alpes


Han sido muchas las veces que os hemos hablado de clásicos de la arquitectura, donde la madera era la clara protagonista. Hoy os traemos otro clásico, esta vez de la mano del arquitecto suizo Peter Zumthor, que antes de formarse como arquitecto se formó como ebanista, y cuyo legado es irrefutable.


Los espacios que Zumthor crea son, sobre cualquier cosa, una obra de arte. Esto es lo que sucede con la Capilla de San Benedicto.

Situada en una ladera de los Alpes suizos, cerca del pueblo de Sumvitg, la capilla está realizada en madera, tanto su interior como su exterior, mostrando los conocimientos del arquitecto sobre las posibilidades del material.


Se trata de una construcción modesta pero de calidad excelente y cuidada en todo detalle, sin connotaciones en su forma a su función, logra transmitir las cualidades de un lugar de meditación.

Perfectamente inserta en el paisaje, Saint Benedict se realiza para sustituir una antigua capilla barroca que quedó destruida por una avalancha. Para evitar que volviera a suceder un episodio tal, se trasladó la capilla de una ladera desprotegida a un camino rodeado de bosque, quedando así a resguardo.


Su fachada, de tejas y trozos de madera de alerce _materiales empleados en las construcciones de la zona_ sin tratar, ha ido envejeciendo y tomando una amplia gama de diferentes tonalidades que va desde el color más oscuro, hasta el gris, según la incidencia del sol, la lluvia y el viento sobre misma. Esta es una cualidad que la hace aún más delicada y espectacular.


La forma de la capilla, de difícil percepción por su complejidad geométrica y por su situación en pendiente, podría definirse como un cilindro que va tomando forma de óvalo para llegar a ser una quilla en su parte más alta. La cubierta se asemeja a una hoja de abedul, no sólo por su forma, si no también por su estructura, una viga de gran canto que se curva y de la que parten otras más pequeñas, que apoyan sobre los pequeños pilares que conforman la estructura _también de madera, en este caso laminada_.

Justo antes de llegar a la cubierta, nos encontramos con el triforio, una ventana que recorre toda la capilla, y que combinada con los pequeños pilares de la estructura, da lugar a una entrada de luz tenue.



Las sensaciones conseguidas en el interior de la capilla, debido a su luz, el revestimiento interior de chapa metálica, y la madera desnuda que compone el mobiliario, son de una gran solemnidad.

Estar en uno de los asientos y dejarse envolver por la atmósfera de un espacio reducido, donde lo más importante no es sólo lo que el ojo es capaz de percibir, sino dejar que los sonidos del exterior, atenuados casi al silencio, el olor de las montañas con un fondo a madera húmeda y vieja, el tacto de las diferentes texturas que componen el interior, en definitiva, el ambiente que Zumthor crea, son simplemente, indescriptibles.



Podría decirse que el arquitecto consigue reunir todas las cualidades de la iglesia tradicional, evitando el lenguaje arquitectónico clásico: seguridad, dignidad, serenidad, concentración, un espacio de reflexión, donde respirar. Un lugar, donde poder evadirse y perderse sin percibir el paso del tiempo.

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Entrada creada por Grupo GUBIA

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